sábado, 13 de marzo de 2010

CURAS



     Se llamaba Quintana, no recuerdo su nombre de pila pero mi madre le decía así, hola Quintana necesito que vengas mañana (porque Quintana se tuteaba con todo el mundo), tengo a las chicas enfermas. Era enfermero y daba inyecciones a domicilio, no sé bien de qué, de algo que curaba gripes y resfríos invernales. Era una práctica tan inútil como festiva porque Quintana hablaba hasta por los codos y era divertido, a ver, boca abajo en la cama, m`hijita, no me llore que no va a sentir nada, cuando pincha Quintana no duele y sí sana, mirá si yo voy a hacerte mal, así quietita querida, no ves que no te dolió y ya está, pinchó Quintana, pinchó, y ahora a otra cosa, chau, que se va Quintana. Y así, como una ráfaga, pasaba Quintana, de quien recuerdo la voz un poco arrastrada, con un leve acento provinciano, y el olor a agua de colonia. Recuerdo el pequeño calentador de alcohol en que brevemente hervían las jeringas y agujas, y también que mi madre le tenía preparadas unas toallas blancas de hilo, muy planchadas, para que se secara las manos después de lavárselas, antes de administrar la inyección. De vez en cuando reconocíamos su auto estacionado frente a alguna casa, o lo cruzábamos en la avenida, y mi padre tocaba la bocina y decía ahí va Quintana a pinchar algún traste.

     Pero sobretodo recuerdo una vez que yo sola estaba enferma y vino Quintana, que acababa de quedarse viudo. Andaba desganado, se ha quedado muy solo, observaba mi madre. Se le notaba en la cháchara, forzada, como una representación que ha perdido su gracia. Me dio la inyección (que no me dolió) y me dijo que estaba muy triste, y luego me dio vuelta en la cama, y me bajó los calzones hasta los muslos, dejame que te vea querida, y me acarició diciéndome cómo te parecés a mi mujer, pobrecita, y por un instante apoyó la cabeza contra mi vientre y me besó, y vi de muy cerca su pelo engominado. Luego se levantó y se fue.
     No sé donde estaba mi madre esa tarde. Tampoco recuerdo si le dije algo, pero si no, algo adivinó, porque Quintana no volvió a casa. Desde entonces recurrimos a otras curas, igualmente ineficaces, para nuestros resfríos y gripes.



Sylvia Molloy “Varia Imaginación”

Profesora, ensayista y escritora. Nació en Buenos Aires, donde vivió hasta los 20 años. Se doctoró en París y lleva más de treinta años en Estados Unidos. Enseñó en las universidades de Princeton y Yale, y actualmente es Albert Schweitzer Professor of the Humanities (New York University). Presidió Modern Language Association. Fue invitada a dar cursos y conferencias en diversas instituciones americanas y europeas. Además de imprescindibles escritos sobre Alejandra Pizarnik, Silvina Ocampo, Rubén Darío, Lucio V. Mansilla (para nombrar unos pocos) y relatos dispersos en diferentes revistas académicas, publicó los libros LAS LETRAS DE BORGES (1979), EN BREVE CÁRCEL (1981), ACTO DE PRESENCIA: LA LITERATURA AUTOBIOGRÁFICA EN LATINOAMÉRICA (1991; 1996), HISPANISM AND HOMOSEXUALITIES (1998); EL COMÚN OLVIDO (2002); VARIA IMAGINACIÓN (2003) casi todos con versiones en inglés y en castellano. Una vez por año viaja a la Argentina.



Biografía de “Beatriz Viterbo editora”


Vanesa Aldunate

9 comentarios:

Patricia Angulo dijo...

Me gustó mucho cómo fue llevando el recuerdo, incluso cómo relata el momento del abuso, con esa inesperada reacción que tenemos cuando alguien que conocemos modifica su actitud y el instante resulta íntimamente repugnante.

Muy bueno.

Besos.

meridiana dijo...

Si Pato!!! SYlvia Molloy pasa del recuerdo y la ingenuidad infatil al registro adulto y viceversa, casi sin que nos demos cuenta...es una de las cosas que hace tan maravilloso éste texto.

Muchas gracias por tu comentario.

Un abrazo
vanesa Aldunate

hanna dijo...

Ese punto de vista de la infancia, que relata los sucesos con una naturalidad pasmosa y le deja al lector la inquietud de interpretarlos, está desarrollado magistralmente por Sylvia Molloy.

Y lo siniestro que surge de este texto es que la figura del abusador no es un perverso, no es un monstruo: apenas un hombre triste por la muerte de su esposa. Molloy esquiva hábilmente enjuiciar a su personaje y nos deja a nosotros para que miremos y seamos perturbados...

Gracias, Vanesa, por acercarnos a esta escritora

saludos

Basquiat dijo...

la narración es impecable., gracias por compartirla.
es increible cuan cercanos pueden estar ocurriendo estos casos.
un abrazo.

julieta eme dijo...

coincido. un texto impecable.

un beso grande.

Adriano dijo...

Molloy la rompe, tanto en narrativa como ensayo. El textito que elegiste está muy bueno. No opino xq ya lo hicieron y bien tus visitantes.

meridiana dijo...

Hanna es muy atinado tu comentario y análisis. Es hasta perturbador si; ya que venimos leyendo casi en tono festivo y sin anticipación el relato cambia; al mismo tiempo no se transforma en algo aterrador. Es magistral.

Un saludo

Vanesa Aldunate

meridiana dijo...

Basquiat: mucho más cerca de lo que creemos. Alguien que en el mundo infantil debe tener tanta importancia como quién viene a curarte no?

Abrazo
Vanesa Aldunate

meridiana dijo...

Julieta y Adriano: Si Si. Realmente sin desperdicio.
Gracias a ambos por pasar.

Besos

Vanesa Aldunate