Lautréamont: Los Cantos de Maldoror
La superficie de los mares me ha derrotado.
Maldoror: tu justa mirada apunta al centro. Sospecha conmigo, entonces: ¿es el viejo océano un patriarca compasivo, un guardián de secretos? Pero rastros del universo flotan en sus aguas y su sabiduría es humillante…Exiguo de tanto estupor, algo de lo humano se desdibuja frente a lo inabarcable. En la tierra indiferente somos carne apetitosa, mientras la inmensidad prepara sus fauces y el vientre parece inagotable.
¿Acaso el sonido del agua no es el primero? Madre adentro, hemos palpado la soledad próxima, y toda nuestra angustia chapotea desde entonces en estado líquido.
Burbujeante en la oscuridad, el océano es insomne: despliega su rumor y movimiento para estremecer al alma que lo contempla.
Algo pasa entre dos olas. Un abismo insinuado. ¿O es una única ola que se reproduce, henchida de eternidad? Como sea, la repetición es amenazante, y nos deja una espuma en la orilla, a modo de intervalo.
©Liliana Piñeiro.