Bafici: Recomendaciones Poéticas
Todavía los retoños crecerán
y echarán los verdes brotes
pero tu médula espinal está aplastada
mi fantástico, desdichado siglo!
Osip Mandelstam.
El cine del tailandés Apichatpong Weerasethakul propone un modo de decir y es, al mismo tiempo, un modo de advertir. En escenas duplicadas (campo y ciudad, hombre y mujer), se dan las mismas preguntas, las mismas respuestas. Claves que se decantan en el círculo de un vaso de vidrio. Medicinas milenarias y actuales se prueban en el cerebro de un adolescente intoxicado con monóxido de carbono.
¿Intoxicación del siglo? La cámara recorre lentamente una sala de máquinas y nos obliga a mirarlas.Esta visión nos deja peligrosamente expuestos,amenazados por el humo que va ensuciando la imagen.
Es en este contexto donde se despliegan los vínculos amorosos.Encuentros y desencuentros. Los personajes, ejerciendo la potestad de mirar, se dejan caer en la profundidad del otro. La naturaleza es filmada con pasión, el murmullo de las hojas es un acorde privilegiado y la gama de verdes desborda la pantalla. Sin concesiones, A.W. desacomoda nuestra anquilosada percepción y le posibilita un vuelo ligero. Vidente sin lastre, abraza lo que perderá,y anticipa la nostalgia.
La última escena de “Syndromes..” recorta una multitud: al son de una música pop, se desarrolla una clase gimnástica. Bajo un cielo plomizo, los sujetos como marionetas se mueven repitiendo los movimientos del profesor que los dirige.
¿Alegoría de una humanidad ignorante del color de su cielo, extraviada en la superficie? Humanidad cuya condición más alta se reclama como única medicina posible para los males de esta época. Así lo expresa, con clarividencia, el adolescente que padece el siglo que le tocó vivir.
Liliana Piñeiro
3 comentarios:
deseo gritar junto a su comentario ese violento y magnífico verso de mandelstam: ¡MI FANTÁSTICO Y DESPRECIABLE SIGLO!
Efecto Mandelstam:todas sus traducciones, violentas o apenadas, son igualmente bellas. Le recomiendo, mi estimado J.G. ver "Syndromes...".Su tono, como el poema, es difícil de olvidar.
Condenada columna y soslayada vertebra infectada también por lo fantástico de éste siglo.
Adara
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