
"Los médicos hacen lo que pueden sin embargo yo no los odio, Lo terrible que nos traen para que uno no se muera por la calle. Y luego todos nos morimos aquí...”
Eso decía Jacobo Fijman en una de sus notas y es imposible para mí no pensar en Artaud , mas allá de la diferencia en la poética de ambos. Es el cuerpo maltratado de los hospicios, los doctores que buscan silenciar con pastillas el padecimiento, los exabruptos, las voces que rondan a estos poetas que pese a todo nunca dejaron de escribir.
Pero mientras Artaud se rebelaba contra el Padre, mientras escribía contra el juicio de Dios, Fijman como Hölderlin, es el poeta de la bondad, el que adhiere a la figura de Cristo, Cristo Rojo, como el mismo se denominó, el Cristo pobre y también silenciado, el otro “loco” que escuchaba voces en el Desierto y hablaba de sus visiones a los desamparados.
Su primer brote se manifiesta en 1921 cuando vive en una pensión en la calle 25 de Mayo. Es detenido por la policía, maltratado y enviado al Hospicio de las Mercedes (hoy llamado Borda) un 17 de enero. El 26 de julio le permiten irse a su casa.
Aquí comenzaría el largo camino de internaciones y marginación del poeta que opinaba de su locura:
“Corelli, el músico escribió una sonata, “La locura”, después de estudiar esas enfermedades. Después de tocar la sonata, él salía a la calle a conocer gente. Y veía que todos estaban locos. Yo he estudiado psiquiatría. Y creo que los ciegos y sordomudos son dementes. En cuanto a mi obra, los médicos dicen que no hay en ella signos de enfermedad. Y yo lo creo; ya que no hay en mi poesía nada en contra de la gramática que estudiar.”
El violín, junto con el dibujo, era la otra gran pasión del poeta. La música es fundamental. Así lo comentó Fijman en una de sus conversaciones con Vicente Zito Lema: “Mi poesía es toda medida, de una manera que la acerca a lo musical. En Molino Rojo hay una gran influencia de la sonata de Corelli… En Hecho de Estampas, de los cantos gregorianos. Y en Estrella de la Mañana la medición sigue la del latín eclesiástico”.Es que durante mucho tiempo se ganó la vida tocando el violín por las calles de distintas ciudades. Tocaba para ganarse la comida del día. Tocaba en los momentos en estaba librado a su suerte, sin trabajo ni techo seguro.
En Jacobo Fijman la poesía está hecha de imágenes, con un registro íntimo, inocente y pleno de una música entre simbólica y celebrante. De ahí su lejanía con la generación del 22, al salir de las metáforas y las combinaciones estróficas cerradas. Para Fijman, la imagen es la verdadera creación, es una invención, mientras la metáfora es una mera comparación entre las cosas. Lo distintivo de su poesía no es sólo la calidad de estas imágenes, sino la autenticidad de su camino,”el más alto y más desierto”. Molino Rojo, su primer libro (1926), es el antecedente del surrealismo argentino. Ese mismo año viajó a París donde, supuestamente, conoció a André Breton, a Artaud, a Eluard.
En el poema que inicia el libro "Canto del Cisne", Fijman construye con la locura su ars poética, allí palpitan esos versos plenos, la síntesis maravillosa de ese detenimiento en las cosas, en el mundo circundante:
Demencia:
el camino más alto y más desierto.
Oficio de las máscaras absurdas; pero tan humanas.
Roncan los extravíos;
tosen las muecas
y descargan sus golpes
afónicas lamentaciones.
Semblantes inflamados;
dilatación vidriosa de los ojos
en el camino más alto y más desierto.
Se erizan los cabellos del espanto.
La mucha luz alaba su inocencia.
El patio del hospicio es como un banco
a lo largo del muro.
Cuerdas de los silencios más eternos.
Me hago la señal de la cruz a pesar de ser judío.
¿A quién llamar?
¿A quién llamar desde el camino
tan alto y tan desierto?
Se acerca Dios en pilchas de loquero,
y ahorca mi gañote
con sus enormes manos sarmentosas;
y mi canto se enrosca en el desierto.
En 1931 publicó Estrella de la Mañana . El cisne del Molino se convierte en cordero de Dios:
Poema VI
Ha caído mi voz, mi última voz, que aún guarda mi nombre.
Mi voz:
Pequeña línea, pequeña canción que nos separa de las cosas.
Estamos lejos de mi voz y el mundo, vestidos de humedades blancas.
Estamos en el mundo y con los ojos en la noche.
Mi voz es fría y sucia como la piel de los muertos.
Diez años después de la publicación de este libro, se produjo su internación definitiva. Cuando murió, en la morgue del Psiquiátrico, le ataron en uno de los dedos de los pies, una cartulina con su nombre y un número.
Sólo eso.
Imagen: Fragment of a Crucifixion 1950 - Francis Bacon