
Si hacía falta algo más para corroborar que estamos perdidos, aquí tenemos un nuevo estreno de la saga vampírica de Stephenie Meyer: Luna Nueva, por cierto con desborde de espectadores y grititos (de chicas y chicos).
Uno que ha gastado pestañas leyendo y viendo lo mejor del género, asiste con impotencia a un fenómeno que sólo puede explicarse, más allá del marketing, por la búsqueda de sensaciones emparentadas con la trivialidad, invirtiendo Arendt, el mal de la banalidad no sería ajeno a los hechos, la fijación de los valores del conservadurismo y la corrección política tampoco.
Qué podemos esperar de cuatro librotes, de entre 500 y 600 páginas devorados por aquellos que usualmente no leen ni los diarios? (tal vez una forma de entrar a la lectura de otros autores?) Qué clase de situación nos plantean estos vampiros abstemios, de corazón blando, que quieren casarse y formar una familia? Cómo tomaremos el hecho de su conversión a un estilo de vida burgués, con casa fija, escuela, automóvil, deseos de integrarse a la humanidad y de ayudarla contra los malvados de siempre? Podremos tragar saliva y ver que otro mito, el del hombre lobo, coadyuva y se fusiona para brindar un escenario donde las criaturas salvajes y peludas se enternecen y deambulan para proteger los límites de un deber ser?
Asistimos a una especie de subversión del mito con vistas a romper cristalizaciones de siglos? Ay! Si así fuera no estaría yo en conflicto, pero que justamente sean ellos, vampiros y hombres lobos, los que bajen línea para imponer las buenas costumbres, el decoro, el matrimonio y el horror a las relaciones sexuales pre – libreta, es algo difícil de comprender.
Para entender, la saga (que leí entera) escrita por Meyer, con un lenguaje mucho más básico que el de JK Rowling – Harry Potter (lo que ya es mucho decir) relata la historia de los Cullen, vampiros que viven en Forks, un pueblito de Washington aquejado por lluvias y cielos nublados.
Hasta allí llegará para vivir con su padre, Bella Swan, que al ver en la secundaria a estos seres pálidos y hermosos quedará rápidamente fascinada. La perlita son los Cullen: Edward, Emmett, Jasper, Alice y Rosalie fueron adoptados por el doctor Carlisle Cullen y su esposa, Esme y no le hincan el diente a nadie, como buenos vecinos.
Optan por dedicarse a los ciervos y otras especies para saciar su sed de sangre, tratan de hacer su tarea en la escuela y en el caso del Dr. Cullen, de brindar asistencia médica cordial a los seres humanos.
Con las mismas características del folletín (esto no es por sí objetable) asistiremos al romance entre Edward y Bella, con el tercero en discordia: Jacob, amigo de la infancia, integrante de la tribu de los Quilaute y para más datos, con cierta tendencia a desaparecer las noches de luna llena. En esta segunda película, Edward se va con su familia para salvaguardar a Bella, quien deprimida y solitaria, al borde del suicidio, se ampara en el torso desnudo y vigoroso de Jacob.
Hasta aquí podría ser Inframundo, la saga sobre la eterna lucha entre Vampiros y Hombres Lobos, sólo que (dejando de lado su calidad como películas) Kate Beckinsale y compañía, nos muestran seres muchos más oscuros y atormentados, aún en la posibilidad de amarse, las cosas terminan muy mal y la crueldad está a disposición de todos los personajes: máquinas de matar merodeando en la noche citadina. Todos están dispuestos a sucumbir a sus ansias y ninguno tiene el prurito de hacer con el prójimo la fuente de alimentos perfecta.
En ambas sobran los lomazos, motivo de los gritos en la platea, en ambas una historia de amor se muestra con serias dificultades, pero cuando la Beckinsale se transa al híbrido Michael, no le pide anillo de compromiso ni planea una fiesta de esponsales.
Lo que quiero decir es que Crepúsculo y Luna Nueva me remiten a las novelas que se leían en una época con delectación: las de Corín Tellado, dónde además de los músculos y la virilidad perfecta del novio/pretendiente/ candidato, asistíamos a los cortes magistrales entre capítulo y capítulo en las escenas más “hot”: justo cuando se estaba por concretar el “acto de amor” (así se llamaba) la pareja sufría interrupciones y vicisitudes de todo tipo. Hasta el casamiento…
Es lo que sucede en Luna Nueva, de besitos no pasamos y en el caso de Bella – Jacob, ni eso, acercamientos, jadeos y otras yerbas, no llegan más allá gracias a teléfonos y padres inoportunos.
Los adolescentes no beben, no son azotados por la lujuria ni reciben el castigo ejemplificador de un Jason que los rebana por sus desnudeces, no forman bandas dedicadas a destruir la propiedad privada, ni se arrodillan ante el dealer ni asisten a raves frenéticos. No deambulan perdidos en busca de un éxtasis liberador ni cargan pancartas defendiendo al movimiento LGTB.
Será esto lo que fascina a un público alejado o aparentemente alejado en lo real de una impronta romántica y demodé? La vuelta a los valores de la abuelita? Y por favor, entiéndase el término romántico como un sinónimo de meloso y sentimental, nada que lo ligue al movimiento del Romanticismo en la poesía (Novalis, Keats, Günderrode) Ellos tenían a la noche por patria y al exilio como horizonte, deambulaban por los cementerios bajo la luna llamando a la amada muerta, morían muy jóvenes y no calzaban en las instituciones como un guante.
Por algo María Negroni en Museo Negro dijo (comparando a poetas y vampiros):”Los dos atacan al burgués que hace de las cuatro paredes de su hogar, la empalagosa guarida de sus miedos. Ambos están sedientos de crueldad”…o "se veían a sí mismos como seres marginales, es decir videntes, fascinados por la destrucción y la muerte”. Fidelidad a una extranjería y a una desterritorialización que poco tiene que ver con bodas y finales felices.
En Luna Nueva todo es una inmensa explosión de luz, hasta en la piel de los vampiros que brilla como un diamante. Bajo esa luz por la que nunca deambularon ni Lestat (icono queer) ni Louis (el más humano de los vampiros) ni Armand (la belleza del efebo como máscara del asesino) en las sagas de Anne Rice, se consuma el rito de pasaje de la adolescencia a la adultez, anclada en los valores más tradicionales.
Por suerte para quienes preferimos el topos desolado, se estrenó el jueves Criaturas de la Noche (Let the right one in) una bellísima e inusual película sobre el género, de la que tuve el gusto de escribir en la Revista La Otra Nº 22, pero esa es OTRA historia…
Lilián Cámera