-Es la hora de la siesta- dijo la madre.
Las palabras sonaban como cajas chinas. La niña sabía que esa frase encerraba otras: una a una se desplegaban, cuadriculando el espacio cada vez más pequeño.
-No hagas ruido
-No te muevas
-No molestes
Sin boca, sin piernas. La niña se recostó sobre la cama y miró el techo. La grieta cruzaba de un lado a otro el rectángulo y una tela de araña se agitaba con el viento que entraba por la ventana entreabierta. Algo se movía por fin en la tarde inmóvil y su corazón parecía, desde entonces, más liviano.
En esa misma cama, días atrás, la abuela dormía junto a ella. Era un sueño extraño. La niña sintió escalofríos y buscó el pecho de la anciana para calentarse. Pero la piel estaba más fría que el aire y ella gritó…
Párpado a párpado, la lucha fue inútil. Tan dormida, tan quieta… La abuela nunca había jugado antes ese juego, y ella no sabía las reglas.
Desde ese momento todo fue confuso: el llanto grande, la sábana brutal.
Bajo un sol silencioso, un surco se abrió paso en el cuerpo pequeño. Ya no cerraría. Por el camino de la desdicha, la niña fue arrojada bruscamente a lo definitivo.
Liliana Piñeiro
Las palabras sonaban como cajas chinas. La niña sabía que esa frase encerraba otras: una a una se desplegaban, cuadriculando el espacio cada vez más pequeño.
-No hagas ruido
-No te muevas
-No molestes
Sin boca, sin piernas. La niña se recostó sobre la cama y miró el techo. La grieta cruzaba de un lado a otro el rectángulo y una tela de araña se agitaba con el viento que entraba por la ventana entreabierta. Algo se movía por fin en la tarde inmóvil y su corazón parecía, desde entonces, más liviano.
En esa misma cama, días atrás, la abuela dormía junto a ella. Era un sueño extraño. La niña sintió escalofríos y buscó el pecho de la anciana para calentarse. Pero la piel estaba más fría que el aire y ella gritó…
Párpado a párpado, la lucha fue inútil. Tan dormida, tan quieta… La abuela nunca había jugado antes ese juego, y ella no sabía las reglas.
Desde ese momento todo fue confuso: el llanto grande, la sábana brutal.
Bajo un sol silencioso, un surco se abrió paso en el cuerpo pequeño. Ya no cerraría. Por el camino de la desdicha, la niña fue arrojada bruscamente a lo definitivo.
Liliana Piñeiro
28 comentarios:
"el llanto grande, la sábana brutal."
Cuando en la niñez se viven asociadas estas observaciones, no le abandonan a uno...
Querida Liliana, viví un luto a mi alrededor semejante en mi niñez tempranísima, antes de los dos años, y no me recuerdo la misma desde entonces...
Tú lo has dicho,la grieta y el rectángulo y después lo inexorable:
"Por el camino de la desdicha, la niña fue arrojada bruscamente a lo definitivo."
Magistralmente encuadras, indagas, querida Liliana,en una nebulosa.
Me ha encantado.
Abrazo fuerte
k
hermoso!
ustedes sí son cosa seria
un beso
Lo definitivo de la piel fría incrustada en la quietud mutilante de una siesta,
no hagas ruido ya es tiempo que los silencios sobrevuelen el miedo de nuestra permanencia
no te muevas las quietudes pueden abandonarnos en cuerpos como senescencias de otoño
no molestes apartarás tus lágrimas apretándolas sobre la almohada en noches y al resto, corset y maquillaje, el espectáculo apenas desviará la línea de lo convencional...
Me gustó mucho
Un saludo
Conozco esa marca; el cuerpo registra cada vez que el dolor se hace más y más profundo hasta que se queda en algún lugar de nuestro organismo y así lo somatiza. De experiencias de esa índole con el paso del tiempo se adquiere fortaleza, es como tener una marca que te señala y obliga a hacerle frente a lo que venga, porque lo peor ya pasó.
Se nos fueron Idea y Mario pero sus vidas si que no han sido en vano; te abrazo fuerte.
un descubrimiento como una nueva herida.
un abrazo.
Un recuerdo arrancado a la infancia ha encontrado su palabra, al fin.
Gracias, Karmen
Liliana
A veces, Mary. Y otras, nos sale el humor...
besos
Liliana
Juan: la inmovilidad de la hora de la siesta tiene algo de una pequeña muerte...no?
saludos
Liliana
Viv.: dos pérdidas grandes la de esos poetas, es cierto...pero nos quedan sus obras, que desmienten la muerte
abrazo
Liliana
Basquiat: el carácter fundante de ciertas heridas se descubre con el tiempo, inevitablemente.
Gracias por tu visita
beso
Liliana
Poderoso encanto encierran estas palabras.
Me llevaste por los tiempos de mi infancia.
Dormí con mi abuela hasta los 7 años. No sé a qué le tenía miedo.
Ahora ya estoy grande y a veces creo que mis miedos son ecos inexplicables de lo mismo.
Saludos. Hermoso Blog!
Fuerte, bello! Saludos!
Julieta: buscado o no, la infancia es ese tiempo perdido que insiste...
Gracias
Un saludo
Liliana
Bienvenida, Griselda!
agradecida por tu comentario
abrazo, Liliana
A los 12, mi abuela dejó este país para irse para siempre a otro que en aquel entonces suponía celeste.
Lo fuerte de todo eso, su muerte entera, su muerte no vivida (no sé si tuve opción de no ir a verla o ésa fue una decisión de mi padre) y no vista del todo me marcaron silenciosamente con imágenes que hoy dudo hayan sido reales (recuerdo cosas que estoy segura no había en esa casa, como camas grandes de hospital, olores a incienso, una cantidad de cosas tremendas)y este texto me lo recuerda con los mismos ojos, las mismas dudas y los mismos temblores del pasado.
Ahora me doy cuenta que fue eso lo que me pasó: fui arrojada a lo definitivo por primera vez.
Muy bueno, muy.
Besos, M.
Morgana: tengo la sensación de que voy a reescribir este texto muchas veces, y de diversas formas, como una de esas obsesiones que persiguen a un escritor...
gracias y un abrazo
Liliana
Esto es algo nuevo para mí.
Me gusta mucho,
besos
sábanas brutales, heridas centrales, ecos, esa abuela que era como un barco donde el cuerpo encallaba para sentirse protegido,
ajeno a los embates de mares revueltos.
escena de la infancia, texto que perdura y se reescribe, muy bello liliana.
afortunadamente, Cíclopa.
para esta experiencia, mejor tarde que temprano...
beso, Liliana
Marina: escena de la infancia que decanta en un texto imperfecto, siempre...(como no podía ser de otra manera, por supuesto)
gracias
abrazo
Liliana
No es la noche o la oscuridad la que adormece al cuerpo y preocupa al alma, es aquello que la propia paranoia crea en los rincones de ese rectángulo. Es entonces cuando el que ha de despertar no es el mismo, se ha ido, dejando a otro en su lugar que busca el regazo cálido de la infancia o de la vejez, para refugiarse de ese gélido aire que lo arroja a lo definitivo.
Un excelente texto, me encanto siempre es grato regresar por este punto meridiano. Saludos, espero poder retomar mis visitas a su fascinantes letras.
Buscar un refugio en el pecho que siempre nos contuvo, y encontrarlo helado.
Creo que no me atrevo a imaginarlo siquiera.
Son muy bellas palabras para el recuerdo. Abrazo.
Adara
Alucard: así es. en algunos momentos, el tiempo pasa de manera brutal.
siempre es grata tu visita, bienvenido
Liliana
Y nos quedamos a la intemperie, Adara. Tal es nuestra condición.
beso, Liliana
Esa magnitud no decible de lo definitivo, Lili, vos que inventás nuevas fracciones para lo inconmensurable, decime como se mide.
Abrazo.
Javier: Hago mías las palabras de E. Grüner:
"Entre las tareas del arte está la de pensar lo impensable, la de mostrar lo inmostrable, aunque sabiendo que entre lo pensado y lo impensable, lo mostrado y lo inmostrable, habrá siempre una brecha, un hiato imposible de sortear, y que sólo podemos atisbar de reojo, oblicuamente"
Construyamos números nuevos, unidades de medida que se abran y multipliquen, que tengan movimiento perpetuo...todo aquello que de cuenta del intento de medir, sin alcanzar medida alguna.
beso
Liliana
Que triste que a un niño la vida le cambie así las reglas
pero es así la vida, de eso se trata crecer
la pérdida dolorosa y necesaria e la inocencia
un abrazo
Gata: la vida tiene, a veces, una textura áspera...demasiado temprano.
otro abrazo
Liliana
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