420 minutos de abstinencia Silvia Camerotto
Enhebrado a modo de fragmentos de un discurso amoroso, y de consistencia áspera para lenguas masculinas, 420 minutos de abstinencia sabe a complicidad dolorosa para una mujer. En las orillas de su poesía resuenan ecos de otra Sylvia:
toda mujer ama a un fascista
toda mujer ama
(…) él te dijo que bailaras
y bailaste en la cama de hospital.
Desde el comienzo, de madre a hija se traza la línea de corte. En un ejercicio de desdoblamiento, la poeta interpela… ¿a sí misma? ¿a esa otra, incrustada con violencia dentro de sí, marcada a fuego por la insatisfacción?
a qué temés para poner tu rostro
debajo del espejo?
(…) le cortaron las piernas
a la bailarina de la cajita de música
y no hiciste nada
Y si nadie decide lo que es bueno para ella, la oscuridad de toda fémina, cuando se hunde en el mar de la pasión, está comprobada. El monstruo acecha, pero es mejor abandonarse al torrente, aún a riesgo de malita.
Más tarde que temprano se perfila, en el horizonte, el desengaño: ese dios tiene minúscula y exige la herida de la humillación:
ese día de dios te tiene atada
(de rodillas te quiere
malherida te quiere)
Pero una mujer aguanta hasta ser la despedida perfecta. La desilusión depara sorpresas:
nadie me dijo
que después vendría
a instalarse en mis labios
un muerto
Ni olvido ni perdón: esta consigna, faro de resistencia política, ilumina las variaciones del último poema. Escrito en diálogo, allí los amantes son mendigos a la intemperie quemando roma. El amor retoma su épica y exige héroes...¿para ser pretérito?
hay héroes que avanzan
hay sólo una clase de héroes
Esperada, la valentía se juega en un lugar impensado: la magnitud del desafío se mide consigo mismo:
(…) ir más allá del propio destino:
agotar la extensión de lo posible
Es sabido que toda pasión se desviste sobre la muerte y el fuego tiene su secreto para los amantes. La lluvia es un lugar peligroso/ si olvidan lo que saben. A la inminencia del salto, cobardías del abismo. Perdonar no es cualidad del tiempo y en la siguiente variación nada es lo que parece. El temblor estremece magos y princesas y los devuelve a la pobreza del desamor. La precariedad es condición para el ruego y la invocación tiene visos de plegaria:
dame caminos
dame un hombro donde apoyarme
dame luz
Cuatrocientos veinte…Como en toda abstinencia, el conteo de los minutos algo dice de la angustia que subyace. ¿Es esta escritura una malla de contención? Nada se sabe, pero dados los resultados, esperamos más minutos de esta bella artesanía.
Liliana Piñeiro