domingo, 17 de mayo de 2009

siesta


-Es la hora de la siesta- dijo la madre.

Las palabras sonaban como cajas chinas. La niña sabía que esa frase encerraba otras: una a una se desplegaban, cuadriculando el espacio cada vez más pequeño.

-No hagas ruido

-No te muevas

-No molestes

Sin boca, sin piernas. La niña se recostó sobre la cama y miró el techo. La grieta cruzaba de un lado a otro el rectángulo y una tela de araña se agitaba con el viento que entraba por la ventana entreabierta. Algo se movía por fin en la tarde inmóvil y su corazón parecía, desde entonces, más liviano.

En esa misma cama, días atrás, la abuela dormía junto a ella. Era un sueño extraño. La niña sintió escalofríos y buscó el pecho de la anciana para calentarse. Pero la piel estaba más fría que el aire y ella gritó…

Párpado a párpado, la lucha fue inútil. Tan dormida, tan quieta… La abuela nunca había jugado antes ese juego, y ella no sabía las reglas.
Desde ese momento todo fue confuso: el llanto grande, la sábana brutal.

Bajo un sol silencioso, un surco se abrió paso en el cuerpo pequeño. Ya no cerraría. Por el camino de la desdicha, la niña fue arrojada bruscamente a lo definitivo.


Liliana Piñeiro

domingo, 3 de mayo de 2009

TAN CERCA DE XIBALBÁ


8
Ya próximo está el puerto del fin de la ciudad ( que yo
llamo vida, opuesta a la ciudad dormida o muerta sin nadie)
y veo ya su mar naciente y sus barcos de maderas azotadas
con banderas de rapiña.
He de entrar por la calle mayor, guerrero de la luna
o guerrero del sol, tierra arrasada por el dios.
En vos, casa vacía: Hunabku, en vos comulgaré mi
terror y cuando llegue a tu pueblo de jaguares (en jaulas
sonoras por un viento de obsidiana, iluminación del vuelo del
quetzal) haré despojo de mi dios de campanas de bronce y
flagelo y penitencia en el Teocalli, en el tuyo: el más atroz. No
quieras enviarme a los campos vacíos, a los huertos lívidos de
Xibalbá, al cielo subterráneo redoble del Sol Negro: horizonte
de plomo turbio en los ojos del búho del Yuchan.

Miguel Angel Bustos
“El Himalaya o la moral de los pájaros” Libro segundo

Hunabku: Dios Creador
Teocalli: Casa de Dios
Xibalbá: mundo subterráneo donde se encuentran los dioses del
inframundo
Yuchan: Palo borracho, al que se le llama, árbol de los pájaros


Cuánto hace que estamos en Xibalbá?

Xibalbá está bajo tierra, en el nadir. El camino por el cual se entra está al oeste y es de color negro. La salida debe dirigirse hacia el este y ser amarilla/verde.
Allí habitan los dioses del inframundo y se accede a través de los ríos encantados (un camino muy largo y lleno de pruebas).
Miguel Angel Bustos alude en “El Himalaya o la moral de los pájaros” (1970) al “ Popol Vuh o Libro del consejo de los Indios Quichés”. En la entrevista “América: antes de la violación” (Sudamericana, Bs. As., 8/12/1970) comenta, refiriéndose a los indígenas, los mayas y los aztecas: “Cuando un continente es violado en esa forma, hay que rehabilitar esa tierra de algún modo, aunque habrá de quedar más pálida después, más triste….
…Eso era un paraíso, con su crueldad particular, pero un paraíso. Un paraíso aislado por un mar, un mundo que se equivocó en una sola cosa: había una crueldad mayor y ya inventada que navegaba hacia él”
Sólo la muerte no discrimina. Nos observa, está presente, nos transita.
La vigencia del texto atormenta, la calma atemoriza, la tempestad irrumpe y reclama las almas devoradas en la invasión.
Culmina Bustos la entrevista… “Me acuerdo siempre de un indio en Cuzco con una tira de piel o cuero llevando a la espalda un madero, cargado como una bestia. Nunca sentí un dolor tan monstruoso: sentir que yo era del color de los conquistadores”

Cuánto que somos Xibalbá?

©Vanesa Aldunate